Resumen

El hermano de Isabel ha desaparecido. Un día, alguien se pone en contacto con ella y le dice que está vivo. A partir de entonces, la vida de Isabel cambiará por completo......

jueves, 27 de septiembre de 2012

Capítulo 42 - Escribiendo recuerdos.

- María me ha contado todo, incluído lo que nos concierne a ambos. Me contó que le pegué al chico al que ella disparó en aquel lugar, solo por celos de que estuviese contigo; también dijo que después te escribí una larga carta disculpándome y diciéndote todo lo que sentía por ti, diciéndote que te quería.  Dijo que tú también me quería, que te sonrojabas cuando nuestras miradas se cruzaban, que te celaste cuando yo quedé con una tal Andrea, con la que María cree que quedé justo para darte celos; y que en aquel sitio horrible lo único que te preocupaba, por encima de tu seguridad incluso, era cómo me encontraba yo.
Paró de hablar y miró al suelo, para después mirar a la luna, haciendo que sus ojos verdes como el césped que teníamos a nuestros pies brillasen más que nunca. Estuvimos así cerca de un minuto, él mirando a la luna y yo mirándole a él. Finalmente, se puso en pie y mirándome a los ojos siguió hablando.
- Yo no recuerdo nada de eso, pero sí sé que cuando estoy cerca de ti mi pulso se acelera y siento un hormigueo en el estómago que me sube por la garganta y que al llegar a ella se transforma en cosas bonitas sobre ti. Y sé que lo que teníamos hace apenas una semana era algo especial, y que me gustaría que en los nuevos recuerdos que vaya adquiriendo aparezcas tú a mi lado, queriéndome. Te gustaría? - dijo tendiéndome una mano. Tomé su mano, y él tiró de mí para ayudarme a subir y a la vez me acercó a él, y sellamos nuestro para siempre con un beso.

FIN


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Habrá prólogo, pequeñas grullas :)

lunes, 24 de septiembre de 2012

Capítulo 41 - Y ahora, qué?

Si la tarde anterior había sido difícil, esa mañana estaba siendo desesperante. Los chicos aún tenía periodos de lucidez en los que recordaban todo, pero esto duraba cada vez menos.
María se encerró con ellos toda la tarde y les contó toda la historia, con cada uno de los escabrosos detalles, pero también con los numerosos momentos felices. Mientras tanto, yo vagaba sin rumbo por la casa, recordando también toda la historia y poniendo en orden mis ideas. Pensé en los niños, en Marcos; en el principio de la historia, cuando la supuesta prima de Marcos, Andrea, y su coqueteo con Lucas era uno de mis mayores problemas...; Lucas, sobre todo pensé en Lucas, en qué era yo ahora para él y que era él para mí. Yo le seguía queriendo, pero él había dejado de hacerlo por motivos que se escapaban a su voluntad, así que lo mejor era dejarle libre, que se construyese una nueva vida junto a alguien que no le recordase a cada momento todo lo que había perdido. Debía olvidarle, y para eso, tendría que irme de esa casa. Irme para siempre.
Ya entrada la noche, los tres salieron, y María me sugirió hablar con Lucas, pero me negué. No me veía capaz de soportarlo. Nos reunimos silenciosos en la cocina, teóricamente para hablar de qué haríamos a continuación. Decidí que cuanto antes comunicase mis deseos mejor:
- Yo me voy. Ya no pinto nada aquí, mi hermano ha aparecido y nadie nos perseguirá por un tiempo.
- Isabel-dijo María-, sabes que ésta siempre será tu familia, y que puedes quedarte con nosotros el tiempo que quieras.
- Lo sé, pero lo mejor es que vuelva con nuestros padres, no saben nada de nosotros desde hace bastante tiempo; se lo merecen.
Mi hermano me miraba fijamente cada vez que hablaba, pero no opinaba. Lucas, sin embargo, miraba a un punto fijo con el ceño fruncido, como dándole vueltas a algo en su cabeza.
- Visto así, te entiendo. -respondió María usando su tono más maternal.- Os llevaremos a casa mañana por la mañana; y todo volverá a la normalidad.
- María, nuestra vida nunca será normal. - y dicho ésto, me fui a mi dormitorio.
Releeí varias veces su carta (v. cap. 30), y me dormí con ella entre las manos y lágrimas en los ojos. No quería dejarle atrás.
Me despertó un suave zarandeo en mi hombro izquierdo. Miré el reloj, las 4:33am.
- Isa, ¿podemos hablar un momento?-susurró Lucas.
- Claro.
Me pusé una chaqueta y bajamos. Serví cacao para ambos y salimos a sentarnos al jardín trasero. No hizo falta encender ninguna luz, ya que la luna llena bañaba cada rincón del lugar. Una vez que nos acomodamos, tomó la palabra.